Los que me conocéis habréis oído hablar de mí bajo el apodo o seudónimo de Joa Yamadori, apelativo sobretodo el de Yamadori, que dice mucho sobre una de mis grandes pasiones, que no es otra que el bonsái obtenido lo más respetuosamente de su medio natural. Mi nombre real es Shiddarta Mesa, un nombre que no podía sino marcar mi destino hacia una afición que tuviera tantas connotaciones filosóficas de amor y pasión por nuestra madre naturaleza. «Siddhartha» significa «aquel que alcanzó sus objetivos» o «todo deseo ha sido satisfecho» y resulta interesante recordar que el nombre del Budha, antes de su renunciación, era el Príncipe Siddhartha Gautama, luego el Buda Gautama. Por ello, era cuestión de tiempo que al final acabara encontrándome con el universo del bonsái, que no por casualidad fue practicado por monjes budistas y llevado a Japón desde China en tiempos ya inmemoriales. El bonsái actúa en mí como una terapia que calma el yo salvaje, que todos llevamos dentro, preparándome para ser capaz de captar y canalizar esa energía invisible que fluye en el universo y alimenta nuestras vidas.

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Cuando me hablaron de Marcial Yuste (maestro de la Escuela Sagunt Bonsái), enseguida conectamos, pues a ambos nos mueve una misma motivación y los dos entendemos el bonsái como una disciplina de amor y respeto hacia la naturaleza (verdadero dios sin el cual la vida en el planeta Tierra sería imposible). Es por ello que me decidí a apoyar su proyecto de Escuela con la creación de su página web, trabajo que me enorgullece, pues valoro mucho el enfoque que promueve Marcial, de aprendizaje con una buena base teórica, que permita desarrollar luego de forma más adecuada y precisa la formación práctica. Aunque nunca resulta fácil hablar de uno mismo y más en mi caso, que siempre suelo utilizar el anonimato en mis creaciones, entiendo que este espacio puede ser una buena oportunidad, para expresar algo que siempre ha estado ahí dentro, como un mitológico dragón adormecido y que algún día tenía que aflorar.

Viendo trabajar a los maestros de este noble arte y apreciar sus obras, sólo puedo decir que el camino que me queda por recorrer será largo, pero quizá eso sea más una motivación que una frustración. Mi historia como Bonsaista es relativamente corta (desde el año 2000), aunque mi primer contacto con el bonsái se produjo cuando aún era muy pequeño y pasaba mi tiempo estudiando en el colegio público Palacio Valdés, justo enfrente del Paseo del Prado. Quizá no fuera por casualidad, que al lado se encontrara esa gran colección de ejemplares de bonsái, propiedad del Real Jardín Botánico de Madrid, con esos árboles de formas caprichosas y porte reducido, que quedaron reflejados en mi retina e impregnaron para siempre mi alma sin ser del todo consciente al principio de su magnitud, implicación y consecuencias. Esa semilla fue creciendo y mientras mis compañeros de clase, lógicamente mostraban otras inquietudes más acordes a su edad persiguiendo un balón de fútbol, yo poco a poco iba acercándome más a ese sorprendente mundo que cambiaría para siempre el resto de mi vida. Allí pude ver mi primer Kimura y empecé a despertar un gran interés por todo lo que rodeaba ese arte, viendo cómo se trabajaban las diferentes especies y las técnicas que se empleaban. Aunque me considero de formación autodidacta, varios maestros han influido en mi forma de hacer y sobre todo entender el bonsái. Marcial también me ha ayudado a enfocar el bonsái de una forma más dijéramos «clásica», más oriental tradicional, disfrutando de todo lo que un ser vivo cultivado en una maceta y a tu cargo puede aportarte como persona.

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Me considero un defensor absoluto del Yamadori, pues no creo que exista nadie mejor que la naturaleza, para labrar la base con tanta belleza, de lo que podrá llegar a ser un día una obra de arte tras muchos años de cuidados, cultivo y técnica. Pero entiendo el Yamadori sólo como un acto de «recuperación» y no de especulación del monte, bien realizado y sobre aquellos árboles que viven en unas condiciones duras o donde peligre su supervivencia. Vivo en un pueblo de apenas 40 habitantes en invierno, lo cual indica su grado de aislamiento. Aquí es habitual, cuando se produce un fuego, que la gente del lugar acuda a ayudar a las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales y eso me ha permitido entablar amistad con algunos de ellos. A veces acompaño y ayudo a los trabajadores de las brigadas en las labores de limpiezas forestales, lo que me permite obtener material, que de otra forma sería talado. Así, poco a poco voy consiguiendo los árboles, con los que alimentar las esperanzas en la creación de mis futuros ejemplares.

Y casi sin darme cuenta volvemos al principio de mi historia y de mis motivaciones, pues creo que no existe nada mas bonito que devolver a la vida aquello que «sobra» de las limpiezas forestales. Mi paso por el bonsái profesional, aunque breve, me ha ayudado a descubrir que ese entorno no me atrae tanto como creía, así que seguiré dedicándome a lo que verdaderamente me llena: el Yamadori. Además, trataré de aprender el máximo asistiendo a exposiciones y demostraciones o participando en ellas. Actualmente colaboro con la Escuela Sagunt Bonsái y con la Asociación de Bonsái Crataegus de Cofrentes (Valencia). Como no podría ser de otra forma, mi futuro en esta disciplina lo tengo enfocado a un bonsái sin concursos, premios o reconocimientos, yamadorista, humilde y anónimo. Siempre me mostraré dispuesto a aportar mis conocimientos para enseñar a los que lo demanden y precisen o a colaborar en la medida de mis posibilidades en proyectos que me parezcan enriquecedores y sigan mi misma filosofía.

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Creador de grandes proyectos como una Escuela Online, Blogs y Webs relacionados con el mundo del bonsái, en la actualidad dedico cuerpo y alma, codo con codo junto con Antonio (presidente de la Asociación Bonsái Crataegus Cofrentes), a sacar un nuevo proyecto y a organizar la III exposición de esta asociación a celebrar en 2017.

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Siddharta Mesa López alias Joa Yamadori
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