Nadie duda de la belleza de los jines y sharis que se pueden apreciar en algunos bonsáis imponentes, que tratan de emular a sus congéneres viviendo en la naturaleza expuestos a muy duras condiciones en las zonas más agrestes. El trabajo de la madera seca en bonsái consiste en descubrir este registro viviente. De lo que se trata es de ir eliminando aquellas partes muy deterioradas y en mal estado, para descubrir la belleza que se esconde en el corazón del árbol. Las capas exteriores, que suelen ser más claras y blandas, se pudren con facilidad. En la naturaleza estas capas desaparecen con los años, dejando al descubierto el duro corazón de la madera de color mucho más rojizo. El sol y el aire se encargan posteriormente de blanquearla y el viento que arrastra partículas de arena la va puliendo.

image

Cuando se trabaja la madera de un bonsái, deberemos eliminar las capas superficiales, siempre siguiendo las venas naturales de la madera a favor de fibra. Las ramas secas se romperán, simulando los mismos procesos que crean los bonitos jines en los árboles silvestres. Así, conseguiremos ir descubriendo los dibujos que el tiempo ha escondido dentro de la madera.

image

Con el paso de los años y su exposición a los elementos y la intemperie, su superficie irá tomando una preciosa patina gris, adquiriendo la cualidad de la madera de los árboles que sobreviven entre las rocas. Es por eso que el trabajo de la madera siguiendo procesos manuales y naturales, recibe en japonés el nombre de “keshuridashi”, que quiere decir “descubrir la belleza escondida”. No se trata de esculpir (método tan frecuente en Occidente mediante el uso de máquinas eléctricas que permiten un trabajo acelerado y un acabado de dudosa calidad), sino de descubrir.

image