Un bonsái debe contar una historia. Como artistas del Arte Bonsái debemos buscar inspiración en los modelos naturales y más concretamente en nuestros objetos de estudio: el árbol y la naturaleza. Pero no se trata de copiar la forma de una especie vegetal concreta, hay que ir un paso mas allá y tomando como base el patrón de crecimiento de una planta, lo que se debe perseguir y alcanzar es su idealización, porque sino la creación de una obra de arte acabará convirtiéndose en una burda copia. Habitualmente oigo a gente que intenta impresionar sobre sus conocimientos respecto a este noble arte (por otro lado habitual), decir la máxima cuando observan un bonsái que «ese bonsái no parece un árbol de la naturaleza«. A esas personas habría que decirles que cuando un maestro crea un bonsái, no persigue que éste acabe convirtiéndose en una imagen espejo de un árbol real, sino una combinación de elementos que recreen una sensación en el espectador… En definitiva, trata de escribir la historia que refleje las situaciones y vivencias por las que ha pasado ese ser vivo.

También estoy muy acostumbrado a ver especies que nada tienen que ver con un Pino (muchos caducos), formarse con ramas totalmente inclinadas y copas completamente triangulares, cual productos sacados de una cadena de una fábrica de producción en serie. No daré nombres pero hay muchos… sólo hay que echar un vistazo en las redes sociales… todo esto indica una cosa: falta de creatividad. Alguien encuentra un estilo y una forma que se le dan bien y con los que se encuentra a gusto y no arriesga, que le sirven para lucirse ante los aficionados, que se pirran por un tronco grueso, una madera espectacular y un verde lustroso, sin ver más allá; cuantas veces he oído decir ese bonsái es espectacular, tiene una ramificación impresionante; y yo me digo a mí mismo, todo eso no deja de ser simple jardinería, que con un buen conocimiento del cultivo de una especie se puede alcanzar.

Y no le resto méritos a nadie, pero vamos a ser precisos (algo que me encanta). Eso no es Arte Bonsái. Y sé que mis palabras pueden levantar ampollas, pero me da igual, porque estoy ya un poco cansado que alguien hable de Arte Bonsái y no sepa lo que es el punto focal, el equilibrio dinámico, los espacios vacíos, la profundidad, las asimetrías, la unicidad, el ritmo, la importantísima armonía y tantas otras cosas, que cualquier artista de otra especialidad conoce, trabaja y domina a la perfección. Y la pregunta es: ¿cuánto nos impresiona ver los bonsáis japoneses en las exposiciones de renombre? Y, ¿cuánta gente ha sentido curiosidad o se ha adentrado en el mundo del bonsái al ver estas obras de arte? Los maestros japoneses llevan años trabajando todas estas cuestiones y ahí están sus resultados. El problema es que en Japón no se habla de la teoría, sino que miras cómo trabaja un maestro y si eres perspicaz y te fijas bien acabas aprendiendo el oficio. Ellos tienen fuertemente impregnado en su cultura todos estos cánones de belleza (tan alejados del orden, la simetría y la perfección que tanto gusta en Occidente) y no necesitan estudiarlos para aplicarlos, pues emanan de forma natural desde lo más profundo de su corazón y alma.

Y entonces ahora, ¿cómo debemos proceder? La respuesta es sencilla. Mira y busca qué bonsáis son los que más te cautivan y luego estudia, estudia, estudia y analiza en profundidad todos sus elementos que no estarán ahí por casualidad. Al fin y al cabo, el bonsái si se considera Arte, no se alejará mucho de la estética que persiguen otras disciplinas artísticas como la pintura, la fotografía o la escultura, por citar sólo algunos ejemplos. Habrán sido creados por alguien que domina las técnicas, pero que no sólo se queda en ellas, sino que busca despertar las sensaciones y emociones de quien lo observa, para dejar a un lado su condición de objeto y elevarse para alcanzar su dimensión como una obra de arte.